Aproximación a un nuevo orden desordenado

La ciencia geopolítica parecía estar muerta antes de 2019, apenas aparecían en los medios convencionales noticias del exterior, parecía como que el mundo estaba pacificado y que vivíamos en un paraíso soñado donde todo era posible y todo era perfecto. Había guerras sí, pero estaban tan lejos del olimpo de los dioses europeos y americanos, que no le dábamos mayor importancia, en la creencia que alguna potencia, estado u organismo público o privado se estaba ocupando del asunto. Como que esos conflictos no eran de nuestra incumbencia.

Sí, llegaban inmigrantes en pateras a las costas mediterráneas y cayucos a las Canarias, pero se veía como algo exótico, algo sin importancia, apenas unas líneas en noticias breves en algún diario local. Puertas adentro nos pasaba lo mismo, todo maravilloso y perfecto, la cultura del parque temático como trampantojo de la realidad nos alegraba y tranquilizaba. Si había trapicheos políticos como las famosas «mordidas» y sobres bajo la mesa, pero era visto como la picaresca endémica que lleva a algunos a normalizar la corrupción e incluso a justificarla como si de una tradición ancestral se tratase.

Como en una «comic.com» nuestros héroes y villanos ya no llevaban capas y calzoncillos ajustados mostrando paquete o ropa ajustada mostrando músculos de gimnasio varoniles como los héroes de los setenta. Sino que eran los típicos ladrones de guante blanco, que no son otros que los mayordomos y lacayos de gente que no se quiere manchar las manos con el trabajo sucio. «Laissez faire, laissez passer» que dirían los liberales franceses. Alguien se ocupará de arreglarlo y en el caso español, «el que venga detrás que lo arregle«.

Y así pasan los días, los meses y años adormecidos con «panem et circenses» mediáticos autoinducidos, sin preocuparnos por lo que hacían nuestros líderes políticos, en la conciencia de pensar y creer que lo estaban haciendo bien y que por tanto no había que preocuparse de nada. Incluso resultaba divertidas las puyas que se lanzaban unos a otros en un debate sin fin sobre quien la tenía mas grande y quien era mas guapo. Ver un pleno parlamentario era como ver una serie de televisión, desde el sofá y comiendo palomitas.

A la hora de elegir sustitutos parlamentarios la gente comenzó a votar como quien vota a un grupo o solista en Eurovisión, por aclamación hacia el líder que mas salga en los medios, daba igual la ideología, o el programa político que propusiera, eso no era importante, se votaba la fama del candidato en los medios. De Partidocracia se ha pasado a lo que podemos denominar «demoscopiacracia» alimentada por los odios y autobombo inducidos por los medios y viralizada en las redes. Pero ni rastro de la democracia prometida cuando supuestamente se puso en marcha.

Todo fue conforme a lo establecido hasta que llegó el primer gran tsunami mundial en forma de virus transmisible en humanos: el COVID-19 y sus muchas variantes. Un simple y microscópico virus, acaba con el paraíso, con la economía y con la placidez social. De repente se necesitaba el rearme en forma de mascarillas, guantes y vacunas. De repente los gobiernos se tuvieron que enfrentar a confinar a sus ciudadanos en sus casas, prohibirles ir al trabajo, salvo que fueran esenciales, evitar todo tipo de contacto humano, dejar las calles desiertas y las oficinas cerradas. Muchos gobernantes dudaban que hacer, era algo que les superaba, por un lado los valores de la democracia liberal les obligaba a proteger a la población del virus, evitar su propagación y disponer de recursos ilimitados para atender a los casos mas graves. Pero por otro todo ese operativo tenía un coste, la falta de libertad individual y el aumento del déficit, que iba en contra del dogma sagrado liberal. Se necesitaba una gran logística que pocos o casi ningún pais occidental tenía en esos momentos cruciales de entrada del virus en Europa, dada la moda nefasta de la deslocalización de la producción, después de haber diezmado la población asiática.

Los teóricos del liberalismo creyeron que los gobiernos socialistas o de «izquierdas» estaban aprovechándose del «virus chino» para imponer su «agenda globalista» y crear nuevas dictaduras «comunistas». algunos delirantes afirmaban que el virus había sido creado por los chinos, para atacar al mundo occidental desde la «conjura comunista» global.

Muchos liberales y neoliberales optaron por cuestionar a la OMS en el sentido de ser la principal culpable de aquel encarcelamiento y vulneración de sus derechos civiles. Entonces fue cuando aparecieron los teóricos de la conspiración. Comenzaron campañas de desgaste, de boicot, de rebeldía ciudadana… con el fin de evitar que su modo de vida y negocios se alterasen. Como reacción los mas radicales de la izquierdas hicieron otra campaña de desgaste y el conflicto fue escalando en 2020 y aminorándose en 2021 cuando la alarma internacional cesó al estar ya controlado el virus y de disponer de vacunas preventivas ante nuevos brotes.

En el camino se quedó mucha, pero que mucha gente, muchos murieron en soledad sin el acompañamiento de sus seres queridos, un sacrificio que muchos aceptaron por un bien mayor, evitar la propagación del virus; y otros se lanzaron a interponer denuncias a distinto nivel.

A raíz de la Pandemia muchos gobiernos vieron que aquel paraíso liberal soñado era tan solo un espejismo, que durante décadas se había estado reduciendo los almacenes de ayuda urgente, por el alto coste de almacenaje, también se habían reducido las plantillas de personal sanitario por razón de reducción de gastos de personal, que el sistema sanitario era en definitiva deficitario, incapaz de abordar una situación como la vivida. El sistema hacia aguas por todas partes, por lo que urgía cambiar de modelo. El liberalismo, una vez mas, no sirvió para salvar vidas.

Durante la pandemia hubo algunos casos de profesionales privados y de servicios sanitarios privados, que lejos de buscar el beneficio aceptaron unirse a los servicios estatales para frenar la pandemia global. También estaba afectando al normal desarrollo de las empresas privadas. Pese a la tecnología punta existente por entonces, el factor humano en las relaciones económicas aun era necesaria. Muchos trabajadores enfermaron o murieron, también los jefes y propietarios.

En España, con un gobierno progresista en el poder, la producción se tuvo que parar y mandar a sus trabajadores a casa. Dado que la mayoría de los centros de trabajo no estaban preparados para la pandemia y era un alto riesgo de propagación de la pandemia dejar que fueran ciudadanos y trabajadores a esos centros de trabajo. Eso supuso un grave problema logístico y financiero para las empresas .

El Estado salió al rescate. Se liberalizaron millones de euros, aun a costa de aumentar el déficit, con ayuda financiera también de la UE, para sostener activo el tejido industrial y productivo. Para no tener que destruir puestos de trabajo o cerrar empresas. Directamente muchas empresas sobrevivieron gracias a la ayuda estatal y a la generalización del trabajo on line o teletrabajo. La administración pública aceleró la puesta en marcha de las ventanillas digitales, el teletrabajo y resultaron ser mas eficaces que la atención presencial. El estado se hizo cargo de todos los salarios de todos los trabajadores, se hizo cargo de todas las ayudas empresariales, avalando créditos y préstamos como nunca antes lo había hecho. Un despliegue de medios extraordinario y único, sin precedentes. Efectivamente la acción del estado no era del todo perfecta, debido a las controversias entre comunidades autónomas con gobiernos de distinto signo, pero al menos el Estado actuó en beneficio de la población, adoptando un papel de estado de alarma, en una visión de guerra contra el virus.

Con apoyos parlamentarios iniciales el poder fue transferido temporalmente al gobierno central y a los gobiernos autonómicos y locales, los cuales se coordinaron por vez primera en el concepto de «cogobernanza» por medios telemáticos. Se activó el Estado de Alarma y no el Estado de Excepción, porque el segundo contemplaba la militarización del pais y la suspensión temporal de los derechos constitucionales, otorgando al presidente del Gobierno poder absoluto. El presidente quiso mantener activa la Constitución, aunque con restricciones. Aun así la oposición lo tildó de «carcelero y de dictador». Peor hubiera sido el Estado de Excepción.

A nivel social la gente obedeció al gobierno, mas de lo que a la oposición le hubiera gustado, de hecho le sorprendió como el pueblo en tiempos de crisis confia en sus autoridades, en la constatación que sólo el Estado podía hacer frente a la pandemia. Tuvieron que cambiar su modo de vida, pero de forma admirable supieron adaptarse a las circunstancias. Durante ese periodo las familias se reencontraron, pudieron pasar mas tiempo juntos, se dieron cuenta de los cambios que necesitaban en sus vidas y de lo superfluo de algunas cosas que antes se pensaban necesarias.

Aprendieron de nuevo a convivir en familia, pero también en comunidad vecinal en esas novedosas «charlas de Balconcillos» y en el aplauso a las ocho de la tarde a los servicios esenciales, especialmente al exhausto personal médico que apenas descansaba en ese tiempo. La gente valoró el trabajo de médicos, enfermeros, policías, guardias civiles, protección civil, bomberos… que tanto hizo durante esos tres cruciales años de Pandemia.

A partir de 2021 la pandemia remitió a nivel global gracias a las vacunas de nueva generación que se distribuyeron por todo el mundo de forma asimétrica, dado que había farmacéuticas que apostaban mas por el beneficio, que por salvar vidas, pero en general fue clave la compra conjunta por parte de los estados y potenciar los laboratorios nacionales para producir vacunas que completasen a las pocas que podían obtener en el mercado global. Nuevamente el Estado pagó con sus reservas menguantes todas las vacunas, para que se distribuyeran gratis en centros de salud y hospitales a toda la población.

El Estado salió en 2019, 2020 y 2021 al rescate de la ciudadanía y de las empresas. Se vio claro que el dogma liberal clásico había fracasado. El estado es importante y la regulación de la economía, incluyendo la regulación del mercado también. Surgió un nuevo liberalismo después de 2021, uno que combinaba la iniciativa pública con la privada, dejando al estado como recurso esencial en caso de catástrofes.

Un nuevo socialismo surgido antes de la pandemia, creció exponencialmente tras la pandemia ante el éxito de los estados con gobiernos socialistas o progresistas para afrontar la pandemia. Se planteó como un sistema válido para aplicar en otros aspectos de la vida social. El estado como garante de derechos y libertades adquiría mayor potencial para restringir el libre albedrío y el libertinaje clásico del liberalismo representado por las grandes corporaciones depredadoras de recursos naturales. Surgió una competencia por ver cual de los dos modelos tenía mayor atracción en la opinión pública, es decir cual de los dos podría componer un relato que le diera la hegemonía en el liderazgo de los gobiernos.

Fruto de este cambio de rumbo, surgió la idea en la ciencia geopolítica de abrir el camino hacia un nuevo orden mundial. El problema es que cada potencia global: EEUU, UE, China, Rusia, BRICS… tiene una idea distinta de «orden mundial», mas que orden , hoy hay desorden mundial porque además de la pugna postpandemia, Derecha vs Izquierdas, ha surgido del término medio muchos actores que van más allá de la lucha partidista por la hegemonía en los estados. Algunos inclusos prescinden del concepto de Estado.

Dos moralejas de esto debemos asumir:

Ante un problema grave, la solución ha de venir de la colaboración, la coordinación y la cooperación entre todos los actores con capacidad de poder solucionarlo. Da igual que sea una entidad pública o privada, da igual cuales sean las ideologías dominantes. Lo importante es tener una estrategia, un plan, no para resolver el problema a corto plazo, sino definitivamente. Cuando hay un problema hay que solucionarlo, no dejar que se corrompa y se añadan nuevos problemas.

La segunda, está demostrado que en caso de calamidad que afecte a la población, el Estado debe garantizar su protección, su atención, sus derechos y libertades , para ello debería ser preceptivo la colaboración pública-privada a efectos logísticos, de compras conjuntas y seguridad en los procesos que se lleven a cabo. Ante una calamidad, es necesario actuar con rapidez y debe existir un mando único en forma de equipo de emergencia y de respuesta inmediata. El Estado dispone de recursos propios y tiene mas posibilidades de obtener recursos ajenos que una empresa privada. El Estado necesita financiación y para eso están los impuestos también, para afrontar estas situaciones imprevistas de Urgencia. Pagar impuestos salva vidas.

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