A pesar de la antigüedad del concepto político «democracia» y del concepto ideológico polisémico «liberal», muchas democracias liberales están siendo atacadas por hordas hostiles a su propia existencia y legitimidad.

Me evoca este periodo desconcertante que vivimos a cuando los norteños (vikingos) atacaron el monasterio de Lindisfarne en el año 793. Era un monasterio que estaba dedicado a labores intelectuales, disponía de una gran biblioteca, de scriptorium en el que muchos monjes de toda Europa viajaban para copiar e iluminar los manuscritos que allí se custodiaban. Era un foro de cultura y conocimiento medieval, además de ser un lugar propicio para el retiro espiritual. Un lugar de sabiduría y un lugar de convivencia.
Este monasterio fue el primero que los norteños atacaron, mataron a todos sus integrantes y quemaron el edificio con su biblioteca. De un solo ataque acabaron con siglos de cultura y conocimiento. Aquel ataque quedó reflejado en los anales de la historia de las islas británicas y como ejemplo de la barbarie de los paganos del norte, frente al civilizado pueblo cristiano anglosajón.
Cuando se firmó el tratado de Versalles en 1919 Los países europeos comenzaron a evaluar la realidad europea en línea con la idea de establecer un nuevo equilibrio europeo entre grandes potencias. Aun predominaba en algunos lugares la monarquía absoluta, bien constitucional, bien parlamentaria, bien de derecho divino. En realidad había muy pocas repúblicas antes de la guerra, siendo Francia el ejemplo de tener una república democrática liberal ejemplar y arraigada. Con el tratado de Versalles habían desaparecido cinco grandes imperios: el milenario Imperio Chino (1912), el Imperio Ruso (1917), el segundo Imperio Alemán (1918), el imperio austrohúngaro (1919) y el Imperio Otomano ( 1922). La monarquía inglesa comenzó a tener que ir cediendo funciones al gobierno y al parlamento, reduciendo así su absolutismo. El Imperio Ruso se vino a bajo con las revoluciones rusas (1905, febrero 1917 y octubre 1917) y en su lugar creció un nuevo imperio, la Unión Soviética, primer ejemplo de aplicación práctica de la ideología marxista-leninista surgida durante la III internacional obrera (Moscú, 1919).
La desaparición de los grandes imperios obligó a las potencias beneficiadas en la guerra: Francia y Gran Bretaña a redefinir las fronteras, no sólo de Europa, sino de todo el mundo colonial. los antiguos grandes imperios fueron troceados y repartidos como naipes en una partida de Bridge. Francia se quedó con África Occidental pese a no ser un imperio, sino una república, con Siria y Líbano en Oriente Próximo, algunas islas del Caribe y la península de Indochina a excepción de Tailandia. Gran Bretaña se quedó con el resto de África y prácticamente todo oriente próximo, con importantes ventajas comerciales en Extremo oriente.
Estados Unidos que hasta entonces había sido una potencia industrial de pequeño tamaño, a la que Gran Bretaña les seguía llamando las colonias rebeldes, comenzaba a expandirse con un nuevo tipo de imperio comercial colonial. Con la doctrina Monroe (1823) tenía las manos libres para actuar libremente en América Latina. Le interesaba Marruecos (Sultanato de Fez) y sus recursos, por lo que acabó aliándose con las cabilas bereberes rebeldes y entrando en competencia con Francia, Gran Bretaña, Alemania y España.
El resultado de Versalles fue el siguiente, el Segundo imperio Alemán fue troceado en una república federal («República de Weimar») con un régimen de gobierno democrático de corte liberal, similar al francés. Aparecieron infinidad de nuevos países en el este europeo como consecuencia de la desaparición del Imperio Austrohúngaro y el Imperio otomano. Países que no mantuvieron la unidad, donde había constantes reclamaciones fronterizas, donde los nuevos dirigentes optaban o por vincularse al nuevo imperio soviético, o bien tratar de formar repúblicas similares a la francesa. También hubo dictaduras y en muchos sitios revoluciones y guerras civiles locales. Por supuesto gran Bretaña y Francia ambicionaban engrandecer sus respectivos imperios sobrevivientes a Versalles, Francia a costa de Alemania y Gran Bretaña de Países ribereños al Mediterráneo oriental.
En este periodo la URSS había creado lo que llamó el «Estado soviético» en forma de una federación de repúblicas autónomas controladas por el Presídium del Soviet Supremo. Los premier o jefes de estado acabaron por ser un alter ego de un emperador ruso, de un Zar, con grandes prerrogativas y mucho poder. Por lo que con el tiempo se convirtió en una especie de monarquía electiva federal y los ideales marxistas-leninista se acabaron cuando llegó al poder el georgiano J. Stalin quien estableció el modelo y la naturaleza del poder en el Estado Soviético, fue su gran arquitecto, relegando al PCUS a un nivel irrelevante. El modelo de gobierno se le conoció como la «Democracia socialista o comunista«, basándose en el concepto etimológico de la palabra y asociando el «gobierno del Pueblo», con la «dictadura del proletariado».
Durante el periodo de Entreguerras surgen el fascismo italiano (1920) y el nacionalsocialismo alemán (1930), en el que se configura el «Estado Corporativo» y por tanto un régimen basado en las corporaciones empresariales y en grupos sociales cohesionados que ellos consideraban como identitarios de su nacionalismo. Se le llamó «democracia corporativa» y posteriormente «democracia orgánica».
Tras la segunda Guerra Mundial confluyeron las diferentes versiones de la democracia. La Liberal clásica, la Liberal-empresarial estadounidense, la Socialista soviética y la Corporativa fascista. Finalmente se optó en el nuevo orden mundial, por la liberal clásica en Europa y la liberal-empresarial en Estados Unidos. Sin embargo los soviéticos, que habían sido aliados de Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia en la guerra, consideraban que la mejor democracia era la suya, la soviética. Fruto de aquel desencuentro, fue la guerra fría. Entre un bloque occidental con democracias liberales y un bloque oriental con democracias soviéticas.
Pero fuera de Europa, los esquemas europeos se fueron desarrollando, en países pro estadounidenses se implantaban dictaduras liberales o democracias liberales; en las pro-soviéticas, predominaba la soviética, aunque con algunos cambios en algunos países como Yugoslavia, China o Vietnam que generaron sus propios regímenes a partir del patrón soviético.
El modelo corporativo fascista acabó desapareciendo o mimetizándose con ideologías conservadoras y liberales occidentales.
Pasado el tiempo comienza el desarrollo del hemisferio sur, dando paso a los países emergentes que presentaban estadísticas similares a las de las grandes potencias en sus indices de desarrollo. Seguían siendo consideradas «colonias» por las grandes potencias, pero ellas consideraban que por su nivel de desarrollo deberían formar parte del selecto club de potencias desarrolladas. la URSS tras la muerte de Stalin comenzó a fijarse en las nuevas potencias del sur y vio en ellas un mercado nuevo a colonizar y explotar, así como nuevos países en su órbita, lo cual le daría ventajas estratégicas en la guerra Fría.
El mundo árabe a partir de la llegada de Nasser comenzó a movilizarse, sus economías estaban en vías de desarrollo gracias al Gas y al Petróleo. Países como Egipto, Arabia saudí, posteriormente los Emiratos Árabes, Iraq estaban siendo cortejados por Estados unidos, Gran Bretaña y Francia, todos ellos con grandes intereses en la región. El Panarabismo de Nasser pretendía unir al mundo árabe (institucionalizado en la Liga Árabe) a efectos de crear un espacio económico y comercial árabe en la región, respetando las respectivas nacionalidades y costumbres árabes, así como el idioma y la religión.
Cuando en 1979 desapareció el Imperio Persa, la república Islámica de Irán cambió el curso de la historia regional, pues Arabia Saudí quedó como principal opositora al desarrollo del poder nuclear iraní, conjuntamente con el apoyo militar de los Estados Unidos. Los Ayatolas quisieron que toda la región se uniera en un nuevo califato, liderado por el Ayatola Jomeini. Sin embargo Países como Siria e Iraq con gobiernos dictatoriales laicos y pro soviéticos, consideraban que dar el poder a irán sería un peligro para la región. Fruto de aquello fue la guerra Irán-Iraq, la Guerra de Afghanistan tras la invasión soviética y posteriormente ya en los 90 las dos guerras de Golfo. Los Soviéticos apoyaron la causa árabe, constituyeron la oposición en Irán, y se opusieron a la existencia de Israel (principal aliado estadounidense en la región) y a la injerencia de Estados Unidos en la región.
Tras el fin de la guerra fría la solución de que democracia imponer en un nuevo orden mundial se fue demorando indefinidamente. Rusia alentó la construcción de los BRICS para dar voz y voto a los países emergentes del «sur global» , Europa se constituyó en la Unión Europea como base para crear una nueva gran potencia global bajo el principio de una democracia liberal clásica y Estados Unidos comenzó a defender su modelo de liberalismo empresarial aupando al partido republicano al poder. Un partido guerrero para ampliar mercados y que desea convertir los estados en grandes empresas.
Hoy es complicado saber cual va a ser el futuro debido a que tenemos algunos líderes que están cambiando el guion de las relaciones internacionales. La Rusia de Putin (nuevo emperador) y los BRICS por una parte van construyendo uno de los muchos órdenes mundiales, la UE acercándose a China tratándolo como sustituto de Estados Unidos y Estados Unidos enfrentándose a todo el mundo con el huracán Trump, tratando de imponer su propio modelo.
La democracia liberal clásica occidental únicamente encuentra acomodo actualmente en el continente europeo. Prácticamente Latinoamérica está dividida entre BRICS y pro estadounidenses. África sigue siendo el gran supermercado del mundo recolonizado por todas las potencias en mayor o menor medida. Asia-Pacífico dominado por China, el Indico por India. Fuera de Europa no existe la democracia liberal clásica.
El auge de los neo fascistas en Europa y América está generando distorsiones en el sistema económico, pero también en el ámbito político y social. Hungría se consideraba una exótica excepción a la regla democrática liberal europea, sus vínculos históricos con Rusia le obligan a adoptar el modelo neofascista, que ya aplica Putin en Rusia, pero no rompe sus lazos con la UE, de la cual depende económicamente.
Otros como Meloni o Le pen han comprado la versión light del neofascismo y del neobonapartismo, se muestran en lo económico favorables a la UE, pero en lo político se acercan al Trumpismo, sin llegar a sus extremos.
Otros en Austria o en Alemania ven de cerca el «peligro» de Putin y apuestan por un modelo nuevo de fascismo que pretende por un lado aprovecharse de las ventajas de ser europeo y las ventajas de ser de la OTAN, para poder desplegar un relato político propio, basado en su propio nacionalismo identitario. Abascal en España al igual que Milei en Argentina, son veletas ideológicas que rechazan la tutela de las democracias liberales y sueñan con establecer un estado corporativo, pero modernizado usando para ello el ciberespacio y la inteligencia artificial, Abascal se ha vuelto trumpista en lo económico y neo falangista tradicionalista (neo franquista) en los ideológico. También tiene sus propias batallas culturales.
Los demócratas liberales europeos vivimos bajo asedio, por un lado con los neo fascismos y los pro-Putin conservadores que amenazan la propia existencia de la democracia liberal. Por otro los demócratas de izquierdas que prefieren la democracia social frente a la democracia liberal.
En definitiva la razón de este desconcierto, es la falta de objetivos comunes, de conocimiento de la democracia y la aplicación práctica de la misma. Hay muchas variables encima de la mesa, muchos métodos y objetivos. Hay desconfianza, hay indignación social, hay desafección social hacia sus líderes, hay violencia y hay en general malestar. Y ante el desconcierto las reacciones, actitudes y comportamientos no se adaptan a parámetros establecidos.
Por ello sería urgente plantearse seriamente si la actual democracia liberal europea occidental es un buen modelo para asegurar el bienestar de la sociedad y el progreso de los estados. Han pasado 80 años desde el último orden mundial aceptado globalmente. Es hora de revisarlo o reemplazarlo si vemos entre todos que ya no funciona. Y luego tratar de analizar las alternativas antes de decidirse por un nuevo orden, o quizás que cada cual, en cada estado, se organice como quiera.
Personalmente prefiero la democracia a regímenes autoritarios, corporativos y oligárquicos. Y dentro de las democracias no tengo un sentido discriminatorio entre una democracia liberal o social. Pero si me gustaría que las decisiones trascendentales se hicieran en común y or unanimidad, y que se tuviera en cuenta a la hora de tomar decisiones, el parecer de la sociedad.
Creo que la democracia no ha sido derrotada, pero si que necesita una puesta a punto y si no es posible mejorarla, buscar otro régimen que implique la participación de toda la sociedad, bien mediante representación, bien directamente. Pero la alternativa no deben ser la dictadura, las oligarquías o los fascismos. Como decían en las calles de Paris en 1968: la imaginación al poder.
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