En 1972, los historiadores y corresponsales de guerra Dominique Lapierre y Larry Collins publicaron «Oh Jerusalén», donde relataron el «conflicto de Oriente Próximo» desde sus inicios en 1947 hasta 1972. Recomiendo leer este libro hoy en día debido a la desinformación y manipulación histórica a la que estamos siendo sometidos en esta guerra híbrida.
Se narra en el comienzo del libro el impacto que generó a la población judía, cristiana y musulmana la decisión relevante de la Asamblea General de las Naciones Unidas cuando aprobó la partición de la antigua provincia de Palestina del Imperio Turco en dos estados: Estado de Israel y Reino hachemita de la Transjordania.
Antes de la llegada de judíos europeos y rusos a la Tierra Santa, las comunidades judías (Mizrajies), musulmanas y cristianas autóctonas, que llevaban habitando el territorio durante siglos, convivían en plena armonía. Los niños jugaban juntos sin importar su religión, asistiendo tanto a fiestas de Bar Mitzvah como a primeras comuniones o ritos musulmanes. Tres culturas que se respetaban y se llevaban bien. Los jóvenes tenían novias o novios de otras culturas y ello no era ningún problema. La vida era tranquila.
La llegada de judíos europeos, supervivientes de los campos de exterminio nazis que habían perdido sus hogares o eran rechazados, y rusos procedentes de los Gulag y países del este europeo, cambió completamente la situación en «Tierra Santa».
La mayoría eran “Askenazis” de lengua alemana o eslava. Llegaron exhaustos, con problemas psicológicos y trauma de guerra, con miedo y con temor a ser expulsados de nuevo. Muchos de ellos habían abrazado la ideología sionista (“Regreso a Sion”) que les motivaba e ilusionaba para emprender una nueva vida en la “Tierra prometida por Javeh donde mana leche y miel”. Tomaban al pie de la letra los textos sagrados, siguiendo los preceptos de la escuela rabínica Shamai y esperaban reconstruir el reino de Israel bíblico o “Gran Israel” (Eretz Yezrael) y construir el tercer Templo de Jerusalén.
Cuando llegaron los judíos de la “diáspora” en oleadas en buques repletos de personas, hacinadas y sin apenas recursos para sobrevivir al viaje, se encontraron con que en la tierra prometida había judíos viviendo (Mizrajíes), que llevaban allí cientos de años, además de una mayoría musulmana y una pequeña pero floreciente comunidad cristiana. El territorio aun estaba bajo mandato británico y por tanto tuvieron que adaptarse a sus normas y a sus indicaciones.
Los Mizrajíes, originarios de la tierra santa, eran partidarios de la escuela rabínica de Hillel y del Talmud, al igual que los judíos sefarditas europeos y la mayoría de los americanos. Esta escuela, la más difundida en el judaísmo, históricamente se ha enfrentado a los seguidores de Shamai. Generalmente, estos debates entre rabinos eran pacíficos. Sin embargo, cuando oleadas de judíos extranjeros colapsaron los servicios públicos y consumieron recursos limitados, los enfrentamientos civiles pasaron de ser intelectuales a violentos.
Los sionistas pusieron las bases del partido Likud (Conservador) y aplicaron metodología de guerrilla urbana y maquis rurales europeos para imponerse a los otros judíos y a los musulmanes y cristianos. Los sefarditas pusieron las bases del Partido Laborista (Progresista-socialista) copiando los modelos de la democracia liberal europea.
Las buenas relaciones entre comunidades a partir de la partición en 1947 se rompieron puesto que los judíos se vieron obligados a unir fuerzas contra la mayoría árabe-palestina-musulmana. Los sionistas introdujeron en su ideario la “amenaza” de estar rodeados por países árabes. El miedo, infundado, a ser atacados aún perdura hoy en día. En realidad, los árabes solo protestaban ante Naciones Unidas por haber sido deportados ilegalmente de su tierra ancestral por los extranjeros recién llegados.
Los cristianos, la mayoría colonos británicos y franceses, optaron por apoyar a los judíos, en gran parte debido al sentimiento de culpa por no haber actuado antes contra el régimen Nazi y no haber podido evitar el holocausto. Personas y comunidades que antes se llevaban bien y convivían entre sí, en paz y armonía, fueron obligadas a tomar partido y a enfrentarse entre ellas. La propaganda nacionalista sionista fue muy intensa en estos primeros años.
La primera guerra de 1947 se inició cuando los dirigentes judíos de la diáspora comandados por el sionista David Ben Gurion protestaron por el reparto de territorio y exigieron mas territorio del que le correspondía en virtud del acuerdo de reparto territorial hecho por franceses e ingleses.
En 1948 y de forma unilateral, sin esperar al periodo transitorio y sin esperar a que el Reino hachemita de Transjordania crease las instituciones de Gobierno en el territorio asignado: Cisjordania y Franja de Gaza. Israel invadió territorio Transjordano atacando a los musulmanes y cristianos. Este fue el origen, brillantemente descrito en el libro de Dominique Lapierre, de un conflicto que aun sigue incomprensiblemente activo.
La narración de dominique Lapierre y Larry Collins fue un superventas en todo el mundo durante mucho tiempo. Un libro imprescindible para poder entender el origen del conflicto de Oriente Medio.
Dominique Lapierre se fijó en la situación judía porque era tema de actualidad en los medios de comunicación de la época. Oriente siempre fue para occidente como un lugar exótico, mitificado, donde la arqueología interpretada por los cronistas “orientalistas” evocaba imaginariamente las grandes civilizaciones de la antigüedad. Para la mayoría de los ingleses, franceses y alemanes, la “Tierra Santa” (concepto acuñado por los británicos) era un lugar propicio para asentar a las comunidades judías supervivientes de la Shoah o el Holocausto nazi que habían sido rechazadas y/o descartadas en sus países de origen por una política racial cuestionable.
Los occidentales siempre han visto oriente con ojos de occidente, pero hay muchas diferencias étnicas, lingüísticas, religiosas y culturales entre los distintos pueblos de oriente, elementos culturales específicos como el simbolismo y locales (las distintas escuelas de pensamiento, los matices religiosos) que en muchos casos se nos escapa a la comprensión de los occidentales.
La “cuestión judía” y la cuestión de la “Partición de Palestina” se veía en los medios europeos de manera diferente a como se veían en los medios orientales. Por eso los cristianos europeos occidentales apostaron por los judíos y no por los árabes, que siempre eran los “infieles mahometanos” a los que siempre habían combatido en santas cruzadas. Les parecía los judíos mas cercanos religiosa y culturalmente.
Hoy vemos como la historia no es que se repita, es que nunca ha cambiado. Se acusa con razón a los europeos de ser condescendientes con el gobierno de Israel y casi siempre se apela al sentido de caridad cristiana paternalista con los judíos que ha sufrido el horror del Holocausto nazi, en plan protector ante unos países árabes que “quieren aniquilar a Israel”, sentimientos de culpa cruzados y al mismo tiempo la mala costumbre de mirar para otra parte para no sentirse cómplice del agresor.
Se acusa con razón al gobierno estadounidense de elevar a los altares a Israel y al pueblo judío, de consentirle todo y vetar todo aquello que vaya en contra de Israel y el pueblo judío. En el país de las grandezas y de la obsesión por ampliar horizontes, esa adoración hacia el pueblo judío es grandilocuente e irracional.
La ONU parece que tiene buenas intenciones, pero escasos recursos y espacio de maniobra para ser operativa y eficaz. La ley internacional es su principal arma para combatir la injusticia; pero a la vez su principal muro a la hora de tomar decisiones transcendentales. EL CSNU se ha quedado obsoleto y urge una reforma en profundidad eliminando vetos y ampliando la representación.
Hoy Dominique Lapierre hubiera titulado su libro como “oh! Gaza” , dado que hoy el pueblo agredido, vilipendiado, atacado, ocupado, arrasado y aniquilado es el pueblo palestino por Israel. Aquel Israel débil y derrotado por los campos de exterminio, hoy se comporta de un modo similar a sus antiguos agresores y asesinos. Hoy de nuevo el sionismo ultraortodoxo vuelve a romper los pactos, las negociaciones, los acuerdos que los laboristas hicieron en el pasado, vuelven a desestabilizar la región y vuelve a enfrentar a comunidades étnicas, religiosas y culturales tanto en “tierra Santa” , cada vez menos santa, como en el exterior.
Los sionistas siguen soñando con su Gran Israel y ya hay proyectos para construir el tercer templo. Los sionistas siguen soñando con un Gran Israel en el que solo haya judíos, que se aplique la Torah estricta y literalmente, que sea la fuente del derecho y que el territorio abarque el mismo territorio del Reino de Salomón, desde el rio Orontes (Siria), hasta el “torrente de Egipto” (Rio Nilo) y desde la costa hasta el río Éufrates (actualmente Iraq). Los sionistas ultraortodoxos, los mismos que hoy se sientan en el gobierno de Israel, No aceptan otra ley que la suya, no aceptan imposiciones externas, no reconocen el Estado de Palestina y consideran que aquella tierra les pertenece por ser una donación de Dios, y Dios está por encima de las leyes humanas.
El problema es que frente al sionismo ultraortodoxo también hay un extremismo musulmán con distintas corrientes filosóficas, políticas y religiosas, que no reconoce al Estado de Israel y que en algunos casos piden la aniquilación de los judíos y cristianos en distinto grado de violencia.
La solución de este conflicto no sólo es la liberación de rehenes, las causas de este conflicto son mas profundas y mientras estas causas no se resuelvan, seguirá habiendo guerra, violencia, muerte y genocidios. El exembajador de Israel en España de hace algunos años (laborista y sefardí), Slomo ben Amí, planteó que, si se excluyen a los extremistas (“halcones”), los moderados (“palomas”) de ambas partes pueden llegar a acuerdos de paz duraderos y viables.
Fueron también laboristas y en el lado palestino Al Fatah, quienes plantearon que el fin del conflicto estaba en solucionar de forma racional y acordada la partición del territorio, de tal forma que la solución de los dos estados: Estado de Israel y Estado de Palestina con fronteras definidas y reconocidas, seguras para ambas partes y bajo vigilancia internacional podría dar lugar a una nueva etapa en el territorio. Una esperanza que se ha ido rompiendo a medida que los extremistas de ambos lados boicotean sistemáticamente los acuerdos frágiles que a veces casi se logran.
Pero lo de Gaza, ha roto todos los puentes de acuerdos, tanto el gobierno israelí como la organización terrorista Hamas, han, y siguen haciéndolo, actuando con una violencia extrema, irracional e inhumana. Tanto Israel como Hamas ya han sido acusados por los altos tribunales internacionales por crímenes de guerra y contra la Humanidad. La UE ha mirado demasiado tiempo hacia otra parte, no involucrándose en el conflicto y haciendo seguidismo de Estados Unidos a la espera que una inoperante ONU ponga orden en el terreno. Sin embargo, el auge de autócratas en Estados Unidos y en Israel impiden que la UE y la ONU puedan hacer algo al respecto con efectividad.
España y otros países, incluida la Liga Árabe que hasta ahora ha estado también muy callada, están intentando romper el bloqueo de ayuda humanitaria a Gaza, llevar humanidad a un territorio arrasado literalmente por el ejercito israelí bajo las ordenes de un Netanyahu desquiciado por la acumulación de problemas y juicios contra su persona. Su gobierno está dominado por sionistas ultraortodoxos que aplauden el “holocausto” palestino y la comunidad internacional le está dando la espalda, incluso sus socios mas cercanos.
Millones de palestinos han muerto por los ataques israelíes, 19.000 menores de edad muertos por los ataques israelíes, cientos de hospitales, guarderías, residencias de ancianos, centros para discapacitados han sido borrados del mapa, hasta las instalaciones de la UNRAW han sido objetivo de ataques israelíes. Tal masacre y arrasamiento no está justificado bajo ningún concepto, rebasa el derecho a la defensa que esgrime Israel. Es inhumano, es inmoral, es algo que nadie imaginaba que volvería a ocurrir después del “holocausto” judío perpetrado por los nazis.
Urge a los israelíes presionar para que haya un adelanto electoral y se derribe por las urnas a Netanyahu y se expulse a los sionistas del Gobierno. Urge un alto el fuego. Urge la presencia de cascos azules para interponerse en Gaza entre los militares israelíes y la sociedad civil palestina. Urge la disolución de Hamas y la entrega de los rehenes que queden vivos después de los bombardeos israelíes. Urge una conferencia internacional de paz, auspiciada por la ONU, que elabore un tratado internacional para definir las fronteras entre ambos estados y para que hechos como los que están sucediendo hoy nunca mas se vuelva a producir.
OH! Gaza… mi corazón está contigo.

Deja un comentario