Hipnocracia, nuevo régimen para un nuevo orden hibrido.

Para cualquiera que, además de haber estudiado haya aprendido algo, es decir que tiene la capacidad de adquirir conocimientos por medio del estudio o de la experiencia, tiene interiorizado la existencia de tres regímenes políticos: la Autocracia, la Oligarquía y la Democracia en función de quien detenta el poder.

Si es uno solo el que detenta el poder, nos encontramos en una autocracia; si son un grupo selecto el que detenta el poder, nos encontramos en una oligarquía; si es toda la población quien detenta el poder, entonces es cuando nos encontramos en una democracia.   El poder está asociado a la condición de ser soberano y ser soberano implica estar asociado con el concepto de Ley. 

Los antiguos monarcas autócratas (como los zares Rusos) y absolutos (como Luis XIV de Francia, Federico II, El grande de Prusia); así como los dictadores (todos los del siglo XX y los nuevos del siglo XXI) consideraban que la divinidad le había otorgado de forma natural la condición de ser el único soberano, por lo que su palabra era ley y sus decisiones eran infalibles, irreprochables e irrevocables. El monarca, en tanto representante de la divinidad, estaba por encima de las leyes humanas dado que su poder, y por tanto su condición de único soberano, provenía directamente de la divinidad y sólo a ella daba cuenta de sus actos.

En el siglo XIX las monarquías autocráticas y absolutas evolucionaron a raíz del ciclo revolucionario tanto en Europa como en Estados Unidos. Las monarquías comenzaron a perder protagonismo por el ascenso de la burguesía mercantil al poder a consecuencia de la primera Revolución Industrial y el desarrollo de la economía capitalista. Los grandes hombres de negocios consiguieron acabar con las autocracias y establecer el concepto de un régimen que combinaba el absolutismo devaluado, con la nueva economía expansiva del capitalismo, dando lugar al régimen burgués – oligárquico, cuyas doctrinas políticas, económicas y sociales establecieron la base de lo que hoy llamamos “liberalismo clásico”.

Los monarcas absolutos evolucionaron a monarcas parlamentarios (El monarca comparte el poder con el parlamento) y monarcas constitucionales (El monarca se somete a una constitución o leyes fundamentales), monarquías en la que el monarca sigue siendo teóricamente único soberano, pero el poder o mandato del monarca, es decir la Ley, se reparte institucionalmente en el ejecutivo, legislativo y judicial. Los monarcas fueron perdiendo privilegios y solemnidad a medida que la parte de gestión del poder iba repartiéndose en un complejo cuerpo burocrático funcionarial de servidores regios, hombres de negocios y aristocracia de nuevo cuño, que actuaban en su nombre, pero en su propio provecho.

A principios del siglo XX se rescató de la historia el concepto de Democracia, en la que el pueblo (“Populus”) se erigía en su conjunto en soberano y por tanto en detentor del poder y por tanto con mandato de garantizar derechos y de prestación de servicios públicos al conjunto de la ciudadanía.  Durante este siglo surgieron dos regímenes totalitarios que trataron o bien de regresar al modelo del siglo anterior (oligarquía burguesa), o bien de crear algo nuevo sobre las cenizas del régimen anterior (Dictadura soviética, además de las dictaduras hoy denominadas “fascistas”).

Estos regímenes no eran iguales en todas partes, en cada estado tenían un modelo político, económico social y religioso diferente. Y todos ellos evolucionaron con el tiempo al igual que las doctrinas que los sustentaron.

Según el analista y filósofo hongkonés Jianwei Xun autor de “Hipnocracia: Trump, Musk y la nueva dictadura de la realidad” (“Hipnocracia” o el régimen de la sociedad adormecida con dos sumos “sacerdotes”: Trump y Musk | Tecnología | EL PAÍS)  acaba de surgir una nueva forma de doctrina que está desarrollando un nuevo tipo de régimen autocrático que no se sustenta en las estructuras políticas tradicionales: estados, Partidos, parlamentos, tribunales… sin que se sustenta en la mente y comportamiento humano, en las emociones, en los sentimientos, en los prejuicios, en las creencias, en las mentalidades…

Muchos analistas de otros países muestran en sus análisis que en cierta forma se está regresando al absolutismo monárquico de derecho divino o a épocas de la historia considerada como “heroicas”, “patriótica” o “grande”.   Umberto Eco hablaba hace años de estar regresando a la edad media donde la nobleza eran las grandes empresas que rendían vasallaje a los siete grandes de Walt Street, en una suerte de neo feudalismo.  El liberalismo clásico que alumbró el capitalismo migró desde el mercado al poder político, dando lugar al denominado “neoliberalismo” (unión de mercado y poder político). 

Sin embargo, ese neoliberalismo tenía en contra el régimen democrático y una economía regulada para garantizar derechos y proteger a los ciudadanos de los abusos del mercado. Entonces comenzaron a plantearse la necesidad de liberar a sus empresas de las reglas del mercado y del juego político. Librarlos de ataduras legales, institucionales, burocracia y también de cuestiones éticas.  Y para liberarse necesitaban cambiar el modelo económico capitalista clásico, así como las técnicas mercantiles para por un lado estimular el consumo ciudadano y por otra, para ahorrar en recursos esenciales en la producción: personal, transportes, comunicaciones y energía.

Cuando aparece en escena la Inteligencia Artificial, el furor se desata y se descontrola entre la élite mayorista empresarial global. “El poder evoluciona más allá de la fuerza física y la persuasión lógica. Se ha vuelto gaseoso, invisible, capaz de infiltrarse en todos los aspectos de nuestras vidas” (Jianwei Xun). El neoliberalismo ya no necesita estados, ya no necesita leyes, ya no necesita reglas o normas técnicas, surge entonces el ultraliberalismo, también conocido como anarquismo capitalista, capitalismo digital, capitalismo libertario… al que hoy Jianwei Xun define como Hipnocracia: “abrumar los sentidos con estímulos constantes” y conseguir que “realidad y simulación se vuelvan sinónimos”.

Para atraer más consumidores y aumentar las compras, el prestigio de la marca y los beneficios empresariales, es necesaria una técnica mercantil que influya en lo más intimo de la conciencia humana. Esto incluye emociones, sentimientos y creencias, adormeciendo el pensamiento crítico. Por eso hoy vemos como se desacredita a quienes tienen pensamientos críticos, conocimientos y experiencias. El cuestionamiento de los profesionales y expertos, especialmente después de la pandemia, sigue esta misma línea.

¿Cómo se adormece el pensamiento crítico?  Según Cecilia Danesi (WAICF25 – Detalles de la sesión – Mesa redonda : La metamorfosis de la democracia – cómo la inteligencia artificial está alterando la gobernanza digital y redefiniendo nuestra política – 14 de febrero), esta distorsión del mercado y estas nuevas técnicas mercantiles “emocionales” dotadas de IA: “erosiona y cambia radicalmente la manera en que los ciudadanos perciben la realidad y toman decisiones políticas, una situación que exige un análisis profundo y una regulación eficaz”.

Pero no solamente esto está ocurriendo en el ámbito político, también en el educativo, pues los popes del ultraliberalismo consideran que hay que crear una cantera de nuevos consumidores aprovechando el uso interactivo y permanente de las APP en los móviles de los más jóvenes. Muchas veces sin supervisión de adultos.

 Aprovechan su cerebro en crecimiento, para inducirles una realidad ficticia a través de “influencers y de gamers” de forma sencilla, amable, atractiva para una joven mente aun por desarrollar y que funcionan como “esponjas” absorbiendo todo lo que ven y escuchan por múltiples canales accesibles a estos jóvenes. Son bombardeados en esta nueva modalidad de guerra híbrida con grandes cantidades de información por nanosegundo, de tal forma que no les queda tiempo para procesarla, hasta tal punto, que ni siquiera se plantean procesarla, la ven y reaccionan casi por instinto como autómatas del consumo. EL control mental es lamentablemente hoy una realidad.

Pero no solo alteran los hábitos de consumo de los menores, también influyen en el ámbito político de los adolescentes:

Muchos profesores están abordando el fenómeno en el aula. Como Alicia López, que da clase de Valores cívicos y éticos y de Filosofía a estudiantes de 12 a 18 años en el instituto Campo de Calatrava de Miguelturra. Y que tiene, pese al panorama descrito antes, “esperanza en los adolescentes”. “Cuando analizamos más los temas, ves que muchos no entienden verdaderamente de qué están hablando. Y si les preguntas por temas concretos, igual tienen opiniones que no son las de Vox. Pero tanto Franco como Vox son palabras que han incluido en su vocabulario cotidiano. Muchas veces las utilizan para generar una broma compartida dentro del grupo, sin darse cuenta de que se adentran en un terreno peligroso”. (“Están en contra del feminismo y hablan bien de Franco”: los profesores luchan contra la ola de extrema derecha de sus alumnos | Educación | EL PAÍS )

La profesora citada llega a la misma conclusión relacionadas con las redes sociales accesibles a corta edad, cuando aun no tienen una mente desarrollada y es fácil manipularla. Haciendo pasar por realidades autenticas falsedades. Ella cita a Vox y Franco como ejemplos de desinformación y bulos más habituales, más numerosos o evidentes, pero está perfectamente imbricado en todo el colectivo escolar y también en el universitario. Como ella afirma los adolescentes pasan la mayor parte del día en el instituto, por lo que están influenciados por las interacciones entre ellos, y de ellos con las Redes sociales específicas para ellos, por el profesorado, los padres, amigos… cada hora del tiempo escolar y fuera del tiempo escolar. Un microcosmos muy influenciable y manipulable.

El periodista Conradino Vega comenta (Los nuevos nostálgicos del franquismo no conocen a Franco | Opinión | EL PAÍS)  una encuesta que hizo entre sus alumnos, una de las respuestas más curiosas: “A quien adolece de una ignorancia histórica tal para creer que la Guerra Civil fue una revuelta popular contra Franco. Habrá que enseñarle qué ocurrió y que los hechos no son opiniones (a ser posible, evitando metodologías que puedan llevar a la banalización que Tony Judit detectó en el Monumento a los judíos asesinados en Europa de Berlín, cuando vio a los colegiales de una excursión jugar al escondite entre sus piedras). Y a las familias que tildan de adoctrinamiento una concienciación democrática que, en otros países de nuestro entorno, no resulta tan problemática, habrá que exponerles que no se trata de un asunto partidista, sino de una comprensión transversal de las bases en las que se sustenta nuestro Estado de derecho.

Muchas desinformaciones y bulos parten de la premisa de alabar al ignorante y condenar al sabio. Esto se hace desde muy temprana edad, dentro y fuera de los centros escolares.

Son cuestiones hoy muy debatidas entre los profesores, padres y sociedad en el ámbito escolar.  Ya no se trata de estar a favor o en contra de una ideología o de una posición política concreta, los popes del ultraliberalismo les dan igual la ideología establecida o los partidos políticos, ellos prefieren manipular directa o indirectamente las mentes, por tanto, es un tema que afecta mas a la mentalidad – aplicación práctica de una ideología en cada persona o colectivo – que, a la propia ideología, la cual ya ha perdido la fuerza que tuvo en el siglo XX y muchos ya la dan por muerta.

Como afirmaba el profesor Oriol Bartomeu de la UAB:

“se observa una gran desproporción de fuerzas entre lo que el profesorado tiene margen para hacer en clase y la formación política que muchos chavales están recibiendo sin supervisión de nadie a través de sus redes. Algunos influencers se dedican, de hecho, subraya, a “difundir argumentos para contrarrestar las charlas que se dan en las escuelas, por ejemplo, sobre feminismo, igualdad de género y diversidad”. El arma clásica para desmontar el discurso basado en bulos de la extrema derecha, la verificación de datos o fact-checking que muchos docentes desarrollan se encuentra con frecuencia, además, con un muro difícil de franquear”

  Cuando a los encargados de transmitir conocimientos a los alumnos se les retiran los apoyos sociales o familiares de los alumnos, es cuando debemos elevar las alarmas. En las escuelas no se adoctrina – uno de los bulos más difundidos -, adoctrinan estos colectivos que desean eliminar el pensamiento crítico y que los menores y adolescentes no tengan conocimientos que impidan su manipulación o engaño.

Les recomiendo una serie británica de TV, disponible en Netflix: “Adolescence” (2024) una brutal, pero realista visión de la adolescencia actual y de los problemas con los que se están encontrando las familias y educadores.  Ya no es cuestión de clases sociales, ni de la educación recibida en casa, la cuestión es que están manipulando y por tanto maltratando psicológicamente a los menores delante de nuestras narices de forma impune y subliminar. Se hace poco desde las instituciones para contrarrestar esta guerra híbrida que llaman sus atacantes “batalla cultural”.  Las consecuencias de esta batalla:  el aumento de pacientes en los servicios de Salud Mental, abandono escolar y suicidios a temprana edad.

Están literalmente destruyendo las mentes de las nuevas generaciones.  No es culpa ni de los profesores, ni de los padres y aun menos de los menores, sino de los entornos sociales humanos y virtuales en los que estos adolescentes y menores se están desarrollando. Entornos que han sido arrasados por esta destructiva y violenta forma de entender la vida y por el fomento de la propia forma de entender al ser humano como un ser autómata al servicio de las empresas y de los nuevos políticos que hacen antipolítica destructiva. Es la Hipnocracia de la que hablaba Xun.

Los créditos de las fotos a quienes correspondan.

Deja un comentario