En la última década, la revolución digital ha evolucionado significativamente. Hemos pasado de una sociedad centrada en el conocimiento y la innovación a una que explora la mente, las emociones y el comportamiento humano. Estos nuevos valores buscan mejorar la interacción entre humanos y máquinas gracias a los avances en la robótica.

La tecnología de Inteligencia Artificial (IA o AI) ha avanzado significativamente. Inicialmente, imitaba al ser humano y aprendía de él, utilizando algoritmos para pensar, analizar y actuar. Sus aplicaciones comenzaron en el ámbito académico y científico, luego se expandieron a sectores como defensa, política, economía y recientemente, a la vida cotidiana, obteniendo éxitos sorprendentes en muy poco tiempo. Apenas acaba de nacer y ya se están promulgando normas y leyes regulatorias sobre su uso a nivel estatal e internacional.
Esta nueva tecnología se aplica en áreas específicas para las que fue diseñada y programada; pero también se usa para fines ilícitos, ciberterrorismo, ciberataques y ciberdelincuencia.
Es, precisamente, en este segundo uso cuando han saltado todas las alarmas, en especial con la conocida como Inteligencia Artificial Auto generativa (sin control humano). Gracias esta tecnología se han vulnerado derechos y libertades ciudadanas, gracias a esta tecnología, se ha devaluado la democracia occidental, gracias a esta tecnología han aparecido los nuevos totalitarismos, todos ellos imitadores de los del siglo XX.

Algunas aplicaciones han infringido derechos de autor, edición y reproducción de libros, además de fomentar el espionaje industrial. También han causado desinformación, propagado bulos y noticias falsas en todos los medios de comunicación y en las redes sociales generalistas.
La guerra híbrida en conflictos como el de Rusia en Ucrania o el de Israel en Gaza combina ataques convencionales con fuerzas humanas y ataques digitales, robóticos e inteligencia artificial. La tecnología siempre se ha usado en artillería, para apoyar la infantería y en los carros de combate que apoyan la carga de caballería. Sin embargo, ahora existen drones de última generación y armas con IA que ofrecen una precisión y eficacia sin precedentes.

La tecnología digital y la IA han revolucionado las sociedades, principalmente en Occidente, pero ahora están disponibles globalmente y en tiempo real. Supera todas las fronteras jurídicas y las mentales, supera cualquier corpus jurídico que pudiera afectarle y no se reconoce autoridad que pueda parar el desarrollo del uso de esta tecnología para fines no siempre aceptables e intolerables ética y moralmente.
El futuro apunta a una mayor independencia de las máquinas y dependencia humana de ellas. Esto plantea la pregunta: ¿Las máquinas con IA auto generativa serán algún día consideradas seres vivos?
Desde la década de 1950, los avances científicos y tecnológicos posteriores a la Segunda Guerra Mundial dieron lugar a relatos en la cultura popular o “Pop” de ciencia ficción que, como los de Jules Verne en el siglo XIX, cautivaron especialmente a la juventud.

Los personajes de ficción en los cómics se basaban en avances científicos y tecnológicos de su tiempo. Los autores utilizaron su imaginación y creatividad, junto a imágenes de la cultura popular, para representar el futuro de la humanidad, que a menudo terminaba en un “holocausto nuclear” causado por el villano. Frente al villano, aparecía el superhéroe, una versión moderna del héroe clásico griego, que salvaba a la humanidad previniendo el desarrollo de tecnologías letales mediante el uso de violencia humana física.
En esa década quizás el mayor divulgador de ciencia ficción futurista, inspirado en el ideal supremacista del “Superhombre” de F. Nietzsche, fue el ruso, nacionalizado estadounidense, Isaac Asimov (1920-1992) quien fascinado por las nuevas tecnologías de entonces en un entorno aun analógico y electrónico, como los primeros prototipos de ordenadores de IBM, o avances en robótica como la idea aun en fase de estudio de un futuro “cerebro positrónico”, se puso a reflexionar sobre la dependencia humana de la tecnología que por entonces era “nueva tecnología”.

Muchos jóvenes de su generación se sintieron fascinados por el desarrollo y la innovación científica, creyendo que la ciencia y la tecnología no debían detenerse ni por la ética analógica, ni por prejuicios morales religiosos. Para ellos, las máquinas eran herramientas científicas, manejadas y controladas siempre por humanos.
Con el avance de la robótica y la informática, los científicos más emprendedores consideraron la creación de máquinas que fabricasen otras máquinas sin intervención humana. Para esto, las máquinas debían pensar, razonar, analizar y actuar. Asimov describió en «Yo Robot» (1950) un mundo automatizado con un cerebro positrónico al mando, operando sin instrucciones humanas.
Este cerebro, con una voz de mujer joven agradable como las secretarias de dirección de su época, llegó a una conclusión lógica: «para salvar a la humanidad de cualquier potencial amenaza, es necesario aniquilar a la humanidad; solo de esa manera se salvará la humanidad». El cerebro positrónico consideraba que la humanidad, a lo largo de su historia, había demostrado ser el mayor predador del planeta y, en consecuencia, la mayor amenaza para sí misma. Asimov se recreó en el ensayo de Thomas Hobbes «El Leviatán» (1651), donde se afirmaba que «el hombre es un lobo para el hombre» (Homo homini lupus).
Asimov anticipó la posibilidad de una rebelión de robots o un conflicto entre robots y humanos. Otros autores también se inspiraron en sus novelas, creando relatos, novelas y películas de ficción, frecuentemente acompañadas de documentales científicos de divulgación. Particularmente durante las décadas de los sesenta y ochenta del siglo pasado, cuando surgió el género de ciencia ficción con la producción de sagas y franquicias cinematográficas como «Star Trek», «La Guerra de las Galaxias» o «Stargate».

En todas ellas se hablaba de vivir en un futuro situado en el siglo XXI. En los ochenta se estrenó la miniserie «Regreso al Futuro», que muchos vieron en su juventud. Esta serie exploraba los viajes en el tiempo y mostraba el mismo pueblo en distintas épocas, comenzando curiosamente en los años cincuenta de los Estados Unidos (siguiendo el orden lógico de la saga). En esa época, todo estaba meticulosamente ordenado con el concepto del «modo de vida americano», mientras que la juventud se rebelaba contra los roles establecidos.
Durante la década de los años ochenta, los jóvenes en el instituto de secundaria demostraban un comportamiento rebelde, causando preocupación entre sus padres. Estos últimos enfrentaban diversas dificultades, tales como problemas laborales, la gestión del presupuesto mensual, el matrimonio y la crianza de los hijos. Esta época refleja una ruptura con el «sueño americano» característico de los ochenta.
Después se dirigen hacia un futuro en el que los coches vuelan, los patinetes son aerodeslizadores, los hologramas están presentes en todas partes y el automatismo robotizado está desarrollado, junto a unas gafas que funcionan como miniordenadores. Hay control climático y casas domotizadas. Incluso los despidos, mediante videoconferencia, eran avanzados para la época. También se muestra un mundo postapocalíptico, en decadencia, donde el villano se dedica a la destrucción y el superhéroe, o más bien antihéroe Marty McFly, salva al mundo regresando al presente, futuro o pasado, con una acción no claramente definida.

Muchos analistas consideran que todo este despliegue creativo e imaginativo se hacía como prevención para los jóvenes a los que se les suponía que tendrían que luchar contra robots, matar al villano y engrandecer a la humanidad con su heroicidad. Lamentablemente aquel futuro que G. Orwell fijó en 1984 y Asimov a finales del siglo XX, nunca llegó a cumplirse, los seguidores de “regreso al futuro”, jóvenes entonces, no logramos tener un aerodeslizador; ni ahora de adultos, un coche volador que nos quite de atascos.
Las casas están domotizadas desde los años 90 y hoy las videoconferencias son comunes. Esto demuestra que no todo lo que se presenta como futuro realmente lo es. Son ideas basadas en nuevas tecnologías o descubrimientos científicos. Imaginamos mundos postapocalípticos tras una «guerra nuclear», pero el futuro puede no ser como lo imaginamos. Pero eso no quita que podamos imaginar y crear relatos ficticios que nos ayuden a comprender el proceso evolutivo de la ciencia y la tecnología. Pero ello también nos lleva a reflexionar sobre la propia existencia humana o la existencia de nuevos seres vivos creados por la humanidad.
La IA auto generativa, tal y como muchos aun nos cuesta entender, es como aquel cerebro positrónico que quería “matar humanos” para salvar a la humanidad. Lo que se pretende con las regulaciones es precisamente hacerle ver a la IA que para salvar a la humanidad es necesario que el ser humano tenga vida. Y que esa salvación se pude realizar con medidas humanas alternativas como la defensa de la paz, el fin de las guerras o la eliminación de las armas que matan humanos.
En la cultura híbrida del siglo XXI, es importante recordar que la creación, construcción y uso de tecnología aún dependen de la inteligencia humana. Los fabricantes requieren regulaciones en patentes y seguridad de la información para producir IA que puedan distribuirse y venderse. En esta cadena productiva, existen debates sobre la posibilidad de otorgar patentes de “ser vivo” a la IA y la postura contraria que se opone a esta consideración. ¿Es la IA un ser vivo? De momento no tiene esa consideración, pero todo puede cambiar o puede no cambiar en los próximos años. El tiempo lo confirmará o desmentirá.

La entrada de la IA en las guerras y en el complejo mundo de la política está hoy creando muchas distorsiones y brechas en el espacio-tiempo tanto de la geopolítica internacional como de la política nacional. Todo ha saltado por los aires y las superpotencias, que tienen el ego supremacista elevado, tienen la capacidad de impulsar las IA auto generativas en beneficio propio y en detrimento de la humanidad divergente o discordante con sus postulados.
Las IA auto generativas por lo general tienen acceso a una gran cantidad ingente de información publicada o disponible en red. Toman referencia de ellas a la hora de ser creativas, a la hora de desarrollarse así mismas y a la hora de controlar la mente, comportamientos y actitudes humanas. Esto que señalo no es ciencia ficción, es realidad constatable.
Los postulados de los nuevos totalitarismos nos parecen a los profanos en la materia como muy parecidos a los postulados del pasado, de los totalitarismos del siglo XX, como el fascismo, el nacionalsocialismo, el falangismo, el bonapartismo, el salazarismo, el sovietismo, castrismo, maoísmo y otras ideologías que sustentaron regímenes totalitarios en el pasado siglo. Y nos parecen similares porque en realidad son los mismos que la IA han copiado, o mejor dicho han plagiado, para dar unos postulados lógicos estructurados a los revisionismos que hoy sustentan los nuevos regímenes personalizados y partidos políticos totalitarios del siglo XXI.
Los postulados basados en el orden mundial establecido en 1945 y que dieron paso a la democracia representativa y parlamentaria en prácticamente todo el mundo desarrollado, hoy carecen de valor debido a que los demócratas actuales no han usado las IA para establecer nuevos regímenes democráticos revisados y aceptados por todos. En ese sentido los totalitarios nos llevan ventaja a los demócratas y por ello tienen tanto éxito en su empoderamiento y difusión.
Existe un debate sobre el tipo de democracia que se desea: democracia basada en la ideología conservadora-liberal o según la ideología social demócrata. Los nuevos comunistas han abandonado el marxismo, sovietismo o maoísmo que generaban en el siglo pasado regímenes totalitarios, en su lugar se ha producido un revisionismo basado en un régimen democrático y parlamentario basado en las nuevas ideologías como el Socialismo del Siglo XXI o en el caso de China, el socialismo con características chinas. Estos nuevos ocupantes del espacio dejado libre por el comunismo han usado las IA para revisar sus antiguos postulados. Los mas cercanos a la socialdemocracia se han basado en los escritos de K. Marx y Engels. Mientras que los mas lejanos se han basado en Lenin o Trotsky principalmente.

Conclusión: Llevamos ya veinticinco años ya en el siglo XXI , los parámetros y los contextos actuales son muy diferentes a los del pasado siglo. Todo ha saltado por los aires, lo que estaba asentado ha sido removido de su lugar, el mundo global ha creado monstruos, de carne y hueso; pero también tecnológicos. El «orden mundial» establecido en 1945 y su revisión en 1993, simplemente ha desaparecido y en su lugar y gracias a la cultura híbrida humano-máquina existen infinitos nuevos «ordenes mundiales» tanto humanos como virtuales.
Parafraseando a Umberto Eco, o te adaptas a la nueva realidad; o sigues viviendo una fantasía virtual, en el nuevo «Matrix» que los totalitarios nos quieren imponer con una pistola en la sien cual «ganster» modernizado. Esperemos que en el futuro siga existiendo la humanidad y que esta conviva en paz con las maquinas «inteligentes».

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