Jules Verne (1828-1905) es sin duda es uno de los escritores mundialmente conocidos y traducido a mas lenguas. Sus novelas recogía a modo de moderno enciclopedista el saber de su tiempo y a partir de la información que recababa de libros, revistas y publicaciones, creaba mundos literarios ficticios. Con Jules Verne surge el género literario de la ciencia ficción. La mayoría de los grandes escritores, científicos, filósofos, economistas, sociólogos, humanistas posteriores se han basado o se han visto influenciados por la obra de Verne.

Muchas de sus obras inspiraron a posteriori a muchos jóvenes estudiantes a estudiar ciencias, a adentrarse en el mundo de la tecnología; pero también estimulaba la mente humana, la filosofía, la psicología, la antropología, la historia, la política, la economía, el derecho e incluso la sociología mucho antes de su existencia. Fue un estimulo para el desarrollo de los estudios superiores (academias, universidades), para la especialización y la metodología científica y humanística de su tiempo.
Sin embargo, Jules Verne fue ampliamente cuestionado en su época por sus «fantasias» y por su critica descarnada a la sociedad en la que vivió, incluso se le tomó por un demente. Le costó mucho vender sus muchas novelas, por lo que a menudo pasaba hambre, pese a provenir de una familia burguesa acomodada. Padre autoritario y convencional con los roles establecidos, que no supo descubrir el talento de su hijo y promocionarlo.
Para evitar ser señalado como revolucionario o contestatario, escribió la novela «Miguel Strogoff» (1876) en la que hace una encendida defensa del imperialismo ruso de los Romanov al tiempo que se recrea en una imagen romántica e idealizada de los distintos pueblos que conformaban Rusia en aquel momento.
Verne vivió en una sociedad en la que los cambios se producían de forma muy acelerada y en la que el conocimiento pasaba de estar controlado por una élite académica autorreferencial endogámica, a ser ampliado a toda la sociedad con carácter universal gracias a la divulgación.
La obra de Verne se la ha considerado como profética, dado que muchos de los productos de su imaginación como el «Nautilus» o el sistema de escafandra subacuática autónoma, que aparecen en su obra «Veinte mil leguas de viaje submarino» (1869-1870), se hicieron realidad años después, en este caso con el submarino. El se basó en estudios y prototipos anteriores a la creación de la obra, cuyos primeros prototipos datan del siglo XVII, pero los verdaderamente operativos y que se fabricaron en serie no aparecieron hasta 1888 con el submarino «Peral 1» (del español Isaac Peral).

Existen infinidad de ejemplos como en el «Viaje al Centro de la Tierra» (1864) en el que se encuentran con el mundo prehistórico en los albores del origen de la humanidad, muestra los trabajos arqueológicos y científicos acerca del origen de la humanidad poco después del discurso de Charles Darwin sobre la «evolución de las especies«, en la Royal Society de Londres (1859).

«La vuelta al mundo en 80 días» en la que hace una crítica al imperialismo británico y como su poder no iba más allá de territorio británico y de como los británicos veían el mundo exterior de su imperio, lo veían como un mundo salvaje, indómito, cruel que era necesario civilizar. Era el destino manifiesto de cualquier británico en el siglo XIX. Verne pese a ser francés, sentía como muchos de su época fascinación por Gran Bretaña, su cultura y su progreso en el terreno de las ciencias y la industria. Era un seguidor de Conan Doyle y de Charles Dickens contemporáneos suyos, al igual que Alejandro Dumas (Padre e hijo).
Las relaciones de los británicos con los recién creados Estados Unidos (1776-1787) aun eran tensas, su admiración por el exotismo de la India y del extremo oriente, pero también mostraba las ventajas de moverse por el mundo dentro de un mismo imperio, de una misma sociedad, de una moneda común, con ferrocarriles, buques a vapor, leyes, instituciones… y los inconvenientes de lo imprevisto. En este caso Verne mostró con cierta sorna, su «chovinismo» francés en el personaje de «Jean Passepartout«, frente a la cuestionada «flema» británica de «Fileas Fogg«.

Y no digamos ya el «De la Tierra a la Luna» (1865) escrita cien años antes del alunizaje del «Apollo 11» (1969) cuando aun ni siquiera se había experimentado con los sistemas de propulsión balísticos de gran potencia y de distancia para poder superar la gravedad terrestre. Se basaba por entonces Verne en los prototipos que se estaban diseñando de cañones de gran calibre y que unos años mas tarde, serían usados por primera vez en la guerra franco-prusiana (1870-1871).

Esta obra fue tempranamente llevada al cine por los hermanos Lumière, los pioneros de la cinematografía, un campo este que Verne apenas llego a explorar dado que surgió justo poco antes de su muerte. Conocía la fotografía y algunos artilugios que permitían ver las imágenes en movimiento.
En estas obras y en otras muchas, Jules Verne, al igual que Charles Dickens en Gran Bretaña o Mark Twain en los Estados Unidos de América, fueron la vanguardia del pensamiento realista que contrastaba con la conservadora y tradicionalista sociedad victoriana. Les preocupaban las consecuencias sociales, políticas, económicas y morales con respecto al uso de las «nuevas tecnologías» de entonces (primera revolución industrial). Consideraban que un buen uso de las mismas podía ser positivo, pero un mal uso acabar incluso con la humanidad.
Durante su vida Francia fue pasto de revoluciones y contrarrevoluciones, al igual que otros países de Europa. Tras la era de las primeras revoluciones: la francesa y Estadounidense, llegó la era napoleónica con una vision imperialista expansiva y de reordenación del mapa europeo a gusto del emperador.
En Francia, se había restaurado las relaciones con la Iglesia Católica en 1801 y el conservadurismo comenzaba a resucitar de modo imperceptible gracias al bonapartismo que trataba de aunar lo viejo con lo nuevo, las conquistas de la revolución, con la permanencia de elementos tradicionales. Sin embargo a partir de 1815 con la restauración de los Borbones en Francia, las innovaciones revolucionarias quedaron proscritas a tenor de la imposición de retorno al Antiguo Régimen.
El cuestionamiento de tal medida dio paso a lo que se conoce en historia como «Ciclo revolucionario» (1820, 1830, 1848) que culminaría con la guerra franco-prusiana de 1870-1871. Durante ese periodo hubo en toda Europa pensadores que forjaron una nueva intelectualidad en academias, universidades y en otras instituciones científicas y humanísticas.
Una intelectualidad que era bastante crítica con las medidas gubernamentales, con la vuelta al antiguo régimen, con la censura y la prohibición de enseñanzas consideradas «nada saludables«. Jules Verne se encuadra dentro de esos escritores rebeldes o alternativos que burlaban la censura para dar a conocer la ciencia y las humanidades de forma que cualquier lector pudiera acceder al conocimiento de forma sencilla.
Jules Verne es el avatar del «capitán Nemo» o quizás al revés. El capitan Nemo es un principe hindú o afgano, Verne oculta intencionadamente su nacionalidad, muy rico, que decide abandonar el mundo terrestre para explorar el mundo subacuático desconocido en la época. Sus exploraciones les lleva a descubrir especies marinas desconocidas, bajar a la fosa de las Marianas, e incluso descubrir la ruinas de la «Atlántida» bajo el mar. Espíritu inquieto y emprendedor que le llevaba a hacer grandes descubrimientos marinos; pero también mostraba un espíritu atormentado y vengativo que le llevó a abandonar la sociedad organizada y todo lo que ella representaba. Nuevamente Verne se cuestiona la moralidad de los actos tanto del disciplinado «Andarax» como del anárquico «Nemo«.
El «profesor Andarax«, como el «Dr. Watson» de Conan Doyle con respecto a «Sherlock Holmes«, relata la historia del «capitan Nemo» con curiosidad y en cierta manera con admiración; pero despreciando su moralidad en lo tocante a la ruptura con una sociedad organizada, basada en leyes e instituciones. Con un estilo propio de un gentleman británico, flema incluida, con respecto a sus colonias. El ser humano civilizado debía moralmente hacer frente al salvaje indómito para civilizarlo.

La India, el «Raj«, aun era parte del imperio británico, un galimatías para los británicos de principados, culturas y religiones diferentes, pero a la vez muy interesante e intrigante para los amantes de lo exótico. Posiblemente Jules Verne tomó estas ideas del joven Rudyard Kipling, que llegaría a ser Premio nobel de Literatura en 1907, el cual recogía a su vez historias locales de principes hindúes y de la rica cultura hindú.
En 1896 publicó el «Libro de la Selva» una de sus principales obras. En esta obra, Kipling, contrapone la «ley de la selva» (o Ley natural) a la «ley humana» (derecho), en este caso la moraleja es ley de la selva devuelve la humanidad a los humanos, mientras que la ley humana desanimaliza a los humanos. El ser humano, desprovisto de civilización, se reencuentra con su animal interior y se reconcilia con el. El ser humano puede vivir fuera de la civilización.

Jules Verne sin duda imaginó un futuro en el que se muestra escéptico en cuanto a la evolución política, social y de las mentalidades; pero se muestra optimista en cuanto a la moralidad de los actos buenos, positivos y constructivos, del talento y capacidades humanas para hacer el bien.
El supo como nadie que el ser humano puede ser un gran constructor y aportar cosas positivas a la humanidad; como también puede ser el gran destructor de la humanidad y el mayor depredador del planeta. La ética y la moral se presentan en la mente de Jules Verne como el sistema mas preciso para regular el pensamiento y la actividad humana, para ser, en definitiva, justos.
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