Charles Perrault vs Nicolás Boileau-Despreaux en la Academia Francesa (1687)

En 1687 el escritor y filósofo francés Charles Perrault (1628-1703), humanista y heterodoxo, escribió un poema en el que comparaba al rey de Francia, Luis XIV (1638-1715), con el primero de los grandes emperadores romanos, el emperador Octavio Augusto, otorgando a este su preferencia en detrimento del primero.
Luis XIV fue uno de los mas grandes emperadores europeos y uno de los mas longevos en el cargo. La propaganda imperial lo convirtió en un dios humano , creó una capital reflejo de su grandeza y poder, Palacio de Versalles cerca de París (Francia), donde nacieron muchos monarcas europeos, no sólo franceses. Un poder absoluto de derecho divino donde todo ocurría por decisión y/o por capricho del monarca.
Un poder propio de un dios terrenal que competía y a la vez compartía poder en la gloria divina con el dios cristiano. Un monarca que vivía alejado de sus súbditos y en cierta medida alejado también de la realidad.
Aquella inhibición paternalista hacia la mundanidad del populacho le llevó a ceder la vulgaridad de tener que atender las necesidades cotidianas de sus súbditos a la nobleza urbana y rural, quienes lejos de cumplir con su cometido se dedicaron a disfrutar de los placeres que sus cargos y privilegios les proporcionaban, creando sus propias cortes palatinas que competían en esplendor, pompa, boato y circunstancia con la del Monarca.
Durante el reinado de Luis XIV hubo levantamientos de campesinos, de comunidades agrarias, disturbios en las grandes ciudades y problemas de abastecimiento cuando no había buenas cosechas. La indignación iba creciendo entre los súbditos mas humildes de «su graciosa majestad«. Las autoridades locales miraban para otro lado mandando al ejército a reprimir los alborotos; o se las ingeniaban para calmar al «tercer estado» con la clásica técnica de «Panem et circenses» (Pan y Circo).

Durante el reinado de Luis XIV hubo muchos escritores, muchos de ellos miembros de la Academia Francesa, que reflejaron en sus obras literarias y escritos políticos o filosóficos, la podredumbre del sistema y la necesidad de un cambio social, político y económico. Aparecieron los críticos y los heterodoxos.
En realidad esta corriente de crítica social surgió un siglo antes en Italia y pronto se difundió por toda Europa generando lo que se conoce como «Humanismo«. Se trataba desde una perspectiva cristiana-asistencial poner luz – De ahí que también se les llamaran «iluminados» – sobre la realidad social del «tercer estado» , el último de los estamentos en los que estaba dividido el orden social feudal en el «antiguo régimen«, al tiempo que se ponían en valor las iniciativas encaminadas a mejorar o a paliar , a menudo con escasos recursos, las necesidades mas urgentes del Pueblo: Alimentación, Vivienda, Sanidad, Educación, Asistencia social.
Entre los que se dedicaron a la crítica contra el sistema, estaba el escritor Charles Perroult que desde su cargo como secretario de la Academia Francesa, y como funcionario de la Corte Palatina, próximo a Colbert, ministro de economía del rey Luis XIV, tenía un amplio conocimiento de la realidad palatina; pero también de la situación en París y otras grandes ciudades. Como Noble conocía bien la situación de los trabajadores de los grandes latifundios.

Colbert fue de los primeros ministros franceses en proponer que la nobleza y el clero pagasen a la Real Hacienda de Su Majestad impuestos sobre la tierra y sobre las rentas de los productos agroalimentarios con los que sufragar los gastos públicos en relación con los súbditos de Su Majestad y como forma de sanear la economía francesa.
Los Colbertianos consideraban que debía cambiarse el modelo señorial-feudal por un nuevo modelo mercantilista (manufacturas reales, origen de los monopolios reales, especialmente en el sector textil) y un sistema social liberado de las ataduras señoriales y feudales que permitiese la enajenación de tierras por entonces vinculadas a los títulos señoriales. Fragmentar los latifundios para permitir la entrada de capital en el campo y emprender lo que hoy se conoce como reforma agraria.
Sin embargo las medidas Colbertianas no fueron del agrado de los afectados, la nobleza y el clero, por lo que no tuvo mucho éxito; aunque puso de manifiesto que el feudalismo y el régimen señorial estaba iniciando el camino sin retorno hacia su disolución.
Con tal motivación los escritores de la época se pusieron a pensar y reflexionar sobre como tendría que ser el sistema político, económico y social ideal y acorde con las enseñanzas de la Iglesia Católica, que llegase a un entendimiento entre los que detentaban el poder y los que no los detentaban, entre los gobernantes y los gobernados.

En ese sentido Perrault al comparar la gloria de Luis XIV con la del emperador Octavio Augusto, lo que estaba haciendo era poner de manifiesto la necesidad de reivindicar el pasado de la Roma clásica y por ende de los escritores latinos, como sinónimo de Orden, disciplina, estabilidad y «progreso«; cuestionando el orden de Luis XIV como sinónimo de decadencia y podredumbre.
Desde el siglo XV los intelectuales abandonaron la escolástica católica para afrontar un nuevo y peligroso camino, el de inspirarse en los escritores latinos, griegos y judíos en vez de en fuentes cristianas o en los libros bíblicos. Nacieron así los «heterodoxos«.
Esta secularización intelectual proporcionó a los escritores conocimientos que hasta entonces la Iglesia Católica – entendida en este contexto como «guardiana del saber» – había ocultado y vedado a los «simples«. Obras de filosofía, ciencias, medicina, ingeniería, geografía e historia antigua se abrían ante los ojos de nuevos eruditos seculares como nuevas áreas de conocimiento que explorar, desarrollar y aplicar.
En el Concilio ecuménico de Florencia-Basilea-Ferrara (1431-1445) entre los temas tratados se acordó caminar hacia la nueva unión entre la Iglesia Católica Romana y la Iglesia Ortodoxa Bizantina (o griega). Este nuevo contexto permitió la circulación de libros en lengua griega en occidente (Cardenal Bessarion) y de libros en lengua latina en oriente. En Occidente aparecieron traductores y se enseñó la lengua griega clásica. Comenzaron los estudios y las investigaciones en las grandes universidades italianas, que luego se difundieron por las universidades europeas occidentales mas prestigiosas. Sus trabajos iniciaron el «humanismo» como movimiento cultural-intelectual.

La circulación de ideas resultaba para muchos políticos y poderes eclesiásticos un peligro en ciernes, una amenaza a su poder absoluto. entre las ideas (Giovanni Pico de la Mirándola), el ser humano sustituyó a Dios en la realidad mundana cotidiana. El ser humano podía ser un» ángel o un demonio» dependiendo de sus actitudes y comportamientos durante su vida.
Esta disertación filosófica ponía en cuestión la idea escolástica del dios justiciero, vengador, celoso, que se encontraba teológicamente por encima del bien y el mal, centro del universo, otorgando premios a los bendecidos por la gracia divina o infringiendo severos castigos a los pecadores. El humanismo pone al mismo nivel al hombre con la divinidad en una relación que debía ser fraterna y colaborativa. Una idea muy revolucionaria en aquellos tiempos.
El Concilio dio pie también a cuestionar por vez primera el poder temporal de los papas (Cuestionamiento que hacían también los husitas, que fueron condenados como herejes en este concilio), aludiendo que era falso el documento – conservado hoy en la biblioteca de la Universidad de la Sorbona – conocido como «Donatito Constantina» (Donación de Constantino). Ese documento fue esgrimido como justificante del poder temporal del Obispo de Roma y por ende del Papa.

Muchos de los primeros humanistas consideraron que los papas se extralimitaban generalmente en sus funciones y que se habían corrompido con los asuntos mundanos, abandonando su primigenia función de dirección y liderazgo espiritual, religioso y devocional.
En el siglo XVI con la aparición de la imprenta, la expansión geográfica de los imperios europeos hacia otros continentes y los movimientos reformistas religiosos a partir de la reforma Luterana, el humanismo adquiere gran notoriedad, influyendo sus ideas consideradas radicales y revolucionarias, incluso entre los monarcas y en los estratos altos de la jerarquía eclesiástica («Humanismo cristiano«), sobre todo tras el Concilio Ecuménico de Trento (1545-1563) que supuso una reafirmación eclesiástica frente al «humanismo secular«, reformista luterano.
El Papa Julio II (1503-1513) además de ser uno de los últimos papas guerreros y ser un papa reformista en el orden interno eclesial; era un gran mecenas de artistas que se encargaron de diseñar los edificios de El Vaticano como símbolo y centro de la nueva cristiandad. Miguel Ángel, Rafael, Leonardo da Vincci, Bernini y otros muchos artistas pasaron por el Vaticano dejando sus magníficas obras de arte plasmadas en sus paredes, en su arquitectura y en su buen hacer.
En la capilla Sixtina se ofrece hoy al público el gran fresco que pintó en su bóveda Miguel Ángel (Michelangelo Buonarotti) sobre la creación del ser humano. El ser humano representado en el personaje de Adam levanta un dedo acercándolo al dedo de Dios, situado a la misma altura, aunque sin tocarse, en equilibrio con la figura humana, en una suerte de la necesidad de cercanía entre Dios y la humanidad. En la pared del altar principal en la obra «el juicio Final» también de Miguel Ángel aparecen los ángeles ascendiendo hacia el cielo y los demonios caídos descendiendo hacia los infiernos.

Todo ello generó un clima de conflicto entre las viejas y las nuevas ideas (Platón vs Aristóteles) en el ámbito secular y entre «Tradición y Modernidad» en el plano religioso católico (San Agustín vs Santo Tomás de Aquino; Benedictinos vs Franciscanos).
Entre los Humanistas había también subdivisiones que iban a la par que se produjo el desarrollo de las distintas «reformas» religiosas que dieron lugar a movimientos tanto seculares como religiosos, que siguiendo la estela de los colonizadores y de la imprenta, se expandieron por todos los continentes. Sus diferencias eran de matices y métodos.
En el siglo XVII estas ideas evolucionadas del antiguo humanismo primigenio italiano evolucionaron hacia un modelo de pensamiento mas estructurado y muy enfocado hacia el modelo político, el modelo social y el modelo económico.
Todo se había puesto en cuestión y había generado un nuevo tipo de pensador: el «Polímata«, es decir que trataba de todo tipo de cosas sus obras combinando ciencias, tecnología, humanidades, arte, musica… Era tanto lo que se disponían a descubrir en los libros clásicos greco-latinos, pero también judíos y árabes, que abarcaban todas las áreas de conocimiento, sin distinción entre ellas.

Las matemáticas llevaron al desarrollo de la astronomía y esta a la astrología, pero también a la música y a la alquimia. Las matemáticas abrieron paso a los primeros estudios sobre ingeniería y mecánica. Las matemáticas estaban consideradas como una de las principales áreas de conocimiento de todo buen polímata del Renacimiento.
La filosofía basada generalmente en Platón o en Aristóteles, dio pie a las ciencias humanas, a una nueva teología, a una nueva visión planetaria con la geografía (vital para los viajes de exploración) y a una nueva visión de la historia entendida como disciplina auxiliar del nuevo derecho que iba abriéndose paso en los países «protestantes» europeos.
El estudio de los árabes, a través de las obras griegas, abrió la puerta a la medicina y al desarrollo farmacéutico científico. Ello permitió configurar mejor las ciudades (canalizaciones de aguas fecales, limpieza de calles, configuración de calles ) y las campañas de higiene entre la población.
El estudio de los escritos judíos, también a través de las obras griegas y árabes recién descubiertas, abrió el camino hacia el mercantilismo en economía, al desarrollo de los bancos, a la política monetaria y al cambio de divisas. Lo cual estimuló notablemente la circulación de bienes y servicios por todo el mundo, restableciéndose rutas olvidadas de comercio exterior y mejorándose las comunicaciones interiores.
Todo este notable avance se dio fundamentalmente en los países de mayoría «protestante» (donde había triunfado la reforma religiosa), dado que en los países católicos fueron muy reticentes a aceptar los cambios que se estaban produciendo de forma acelerada y que ya empezaban a ser una amenaza para los poderes públicos y religiosos.

En estos países se prohibieron los libros «heréticos y de infieles«. En 1559 la Iglesia Católica publicó el «Index Librorum Prohibitorum» (Índice de libros Prohibidos, 1559-1872) para orientar a los fieles católicos en sus adquisiciones de libros impresos fuera del control de la censura eclesiástica.
«Lo viejo y lo nuevo; lo antiguo y lo moderno; la tradición y lo moderno; pasado y presente» marcaron las disertaciones académicas, filosóficas, que generaron debates y querellas entre el siglo XV y el XIX, entre los que preferían los clásicos por considerarlos «modernos» y los que detestaban a los clásicos por considerarlos «antiguos«. Detrás de estos grandes, floridos y apasionados debates académicos estaba la cuestión sobre como afrontar los cambios y como avanzar en el desarrollo de las sociedades «modernas«.
Charles Perroult en su poema «El Siglo de Luis El Grande» (1687) se muestra partidario de los «antiguos» por su sabiduría; pero prefiere traducciones e interpretaciones coetáneas a la hora de abordar dicha sabiduría. En cierta forma desea una actualización del conocimiento humano, adaptándolo a los tiempos «modernos».

Como Erasmo de Rotterdam (1466-1536), el mas grande pensador y escritor Neerlandés y otros grandes «heterodoxos» europeos, Perrault era devoto de la libertad del pensador a la hora de seleccionar sus libros, las temáticas y dejarse conducir por donde le lleve su curiosidad y sus estudios. Los polimatas eran así, libres de ataduras; libres para elegir y decidir que camino tomar. personas inquietas y curiosas, observadores de la vida, la naturaleza y el ser humano.
Desde esa misma libertad se podía permitir la crítica, que en general era constructiva y siempre fundamentada. En esta época la poesía era el vehículo preferido para la mayoría de los escritores del siglo XVII. Perrault no solo abordó la poesía, sino también innovó con un subgénero nuevo: el «Cuento» como narrativa breve sapiencial y siempre con moraleja.
Muchas madres y padres de su época lo usaron para enseñar a sus hijos las buenas costumbres y prevenirlos sobre comportamientos negativos o dejarse seducir por ideas poco ejemplares (Pensamiento inspirado probablemente en la «Ética a Nicómaco» de Aristóteles, uno de los clásicos preferidos entre los «heterodoxos«; tema replanteado un siglo después por Jean-Jacques Rousseau en su obra «El Emilio«) ; Aunque hay que decir que inicialmente los «cuentos» estaban destinados a las personas adultas.
«La hermosa antigüedad ha sido siempre venerable;
Pero nunca creí que fuera adorable.
Veo a los antiguos, sin doblar las rodillas;
Son grandes, es cierto, pero los hombres como nosotros;
Y podemos comparar, sin temor a ser injustos,
la época de Luis con la hermosa época de Augusto.
¿En qué época se conoció mejor el duro comercio de Marte?
¿Cuándo fueron rotas las murallas por un asalto más vigoroso?
¿Y cuándo se vio el carro de la victoria ascender a la cumbre de la gloria
con un curso más rápido?
Si quitáramos el velo engañoso,
que el prejuicio pone ante nuestros ojos,
y, cansados de aplaudir mil errores groseros,
para usar a veces de nuestras propias luces,
veríamos claramente que, sin temeridad,
no podemos adorar toda la antigüedad;
Y que, finalmente, en nuestros días, sin demasiada confianza,
podemos disputarle el premio de la ciencia.»
(Fte. Œuvres choisies de Charles Perrault, édition 1826/Le Siècle de Louis-le-Grand – Wikisource )
En el siglo XVIII la Ilustración tomó el testigo de Los críticos «heterodoxos» del XV al XVII para formular las primeras formas de ideologías o pensamiento político «moderno» durante las revoluciones estadounidense y francesa. Pero también influyeron en otros campos del saber.
Los humanistas (siglos XV al XVII) pusieron los cimientos del «pensamiento moderno«; los ilustrados del XVIII construyeron el edificio, que mas tarde decoraron y habitaron los liberales del siglo XIX.
Muchos de estos «modernos» escritores no rechazaban lo antiguo, sino que buscaban un punto intermedio y transitorio entre lo antiguo y lo moderno. Lo moderno no debía eclipsar o destruir lo antiguo y lo antiguo no debía ser un impedimento para el desarrollo de lo moderno. Aunque los cambios acelerados se produzcan, nunca se ha de perder la perspectiva del punto de inicio y el punto de destino, de lo que realmente se propone hacer.
Los «heterodoxos» buscaban cambiar la substancia; pero sin eliminar la esencia de las cosas. La critica, cuando es constructiva, es siempre posible en términos de un debate serio. La crítica constructiva y fundamentada, no implica la destrucción de lo que se critica; sino aportar distintos puntos de vista sobre la temática del debate propuesto.
Hoy vemos como en RSS y en medios de comunicación digitales hay opiniones y comentarios para todos los gustos, a causa de la desinformación, los bulos y las fakes, los debates están corrompidos por la propaganda política y por la presión de Lobbies que adulteran la información sobre la que se proponen debates (post, Chats…). Abunda la crítica destructiva y se echa mucho de menos la crítica constructiva y fundamentada.
La ortodoxia dogmática de los nuevos «influencer» está siendo implacable con los heterodoxos actuales, tanto o mas como ocurría en el siglo XVII, la época de Perrault con una Inquisición amenazando la libertad de elegir y decidir. Hoy hay nuevos «Torquemada» amenazando la libertad de los ciudadanos en su derecho a elegir y decidir.
Hoy el debate entre lo antiguo y lo nuevo sigue vigente. Se ve que estamos en un cambio de época y necesitamos ajustarnos a los cambios, pero espero que sin perder la cabeza, ni la perspectiva de lo que se pretende hacer o que nos deparará la nueva etapa histórica en la que ya estamos, nos movemos y existimos.

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