La propaganda política siempre ha virado en torno a magnificar y denigrar en virtud de una estrategia bien diseñada, desarrollada y ejecutada por profesionales de la propaganda, a menudo contratados a tal fin.
En el ecosistema de la desinformación actual, son varios los actores a tener en cuenta: el que tiene la idea, el que la crea, el que la desarrolla, el que la edita y publica, el que la vende y el que mide el impacto de la de noticia en medios y redes globales. Siempre hay un emisor que se lucra con la noticia u obtiene un beneficio; siempre hay un receptor que consume la desinformación y actúa como altavoz. De esta forma una falsa noticia (o Fake, o bulo) se propaga «viralmente» (como si se tratase de un virus) infectando y envenenando la opinión pública generando a veces una pandemia global.
En la actualidad el «creativo» es un tipo de profesional cuyo cometido es «crear contenidos» que puedan venderse como cualquier otra mercancía, o que pueda ofrecer como servicio a la carta. Normalmente los medios de comunicación son sus principales clientes y cuyo fin es difundir su medio en el ecosistema mediático del multiverso digital. En ese sentido actúan como los antiguos «corresponsales y agencias de noticias» de los periódicos de toda la vida.
El problema ha llegado en los últimos años cuando los clientes de los creativos son partidos políticos, plataformas políticas, asociaciones de carácter político, o simple «influencer» que comentan la actualidad con intención lucrativa o para autocomplacencia personal, autoestima o simplemente para «ser rico y famoso» rápidamente.
La publicidad que genera un partido político es muy costosa, porque ha de ser permanente en estos locos tiempos de fuerte competencia , motivada por la Polarización. Los creadores de contenido a menudo prefieren a este tipo de cliente, dado que es son los que mas rentabilidad dan al negocio y mas impacto social generan sus «contenidos».
De ahí que en muchos casos actúen como auténticos mercenarios, vendiéndose al mejor postor y actuando sin tener en cuenta la moral, la ética o las leyes. Si hay que hacer ruido se hace; si hay que denigrar a alguien, hay que hacerlo; si hay que fomentar revueltas populares, se hace, y así miles de maldades más. El grado de crueldad va in crescendo a medida que son mas conocidos y su caché va subiendo.
La propia polarización política es causa de ese desembarco de nuevos creadores mercenarios de contenidos, que se pasan los 365 días del año bombardeando contenidos a diestro y a siniestro; pero además, es causa principal de la desinformación, bulo o Fake. La propia polarización es también resultado de la aplastante y asfixiante ola de desinformación existente en la actualidad. Se podría decir sin temor a equivocación que la polarización es en realidad un invento creado artificialmente para vender aun mas contenido bizarro al servicio de las elites económicas y políticas. Así no es de extrañar que sus ganancias se estiman que superarán los 500 mil millones de Euros para 2027.
Según un informe de Goldman Sachs – nada sospechosa de ser progresista – los clientes que mas pagan y mas contratan a estos mercenarios e «influencer» (véase creadores de contenidos free lance) son organizaciones políticas consideradas de «derechas«, siendo muy pocas las de «Izquierdas«. Esto evidentemente influye poderosamente en la opinión pública generalista, e influye también, lamentablemente, en las campañas electorales.
«Mientras la derecha ha pasado años fomentando una relación simbiótica con los medios alternativos, la izquierda no ha logrado replicar nada parecido. No existen creadores de contenidos progresistas con el impacto cultural y el seguimiento on line de Joe Rogan. Un vistazo rápido de listas de Pódcats o canales de tendencias en You Tube muestra la disparidad entre el alcance de los creadores conservadores y progresistas»
(Fte. El País. 12/11/2024. P. 17 Noelia Ramírez, «No podemos dejar que nos ganen los «influencer«)
Aunque la opinóloga experta en redes sociales generalistas, lo contextualiza en el comportamiento de los influencer en las pasadas elecciones presidenciales y legislativas estadounidenses; puede ser perfectamente adaptable al marco europeo. La desinformación está globalizada.
Desde la década de 1990 el auge de grupos, movimientos, plataformas, asociaciones, etc… que por sus ideas radicalizadas y extremistas han sido asociadas a los antiguos regímenes autoritarios, dictatoriales, autocráticos generalmente considerados de «derechas, de extrema derecha y de ultraderecha«.
Al principio eran muy naif, poco peligrosos, y prácticamente marginales. Había conflictos en partidos de fútbol, conciertos de música. Disponían de poco dinero y de poca gente para publicitarse. En general la mayoría eran jóvenes que iban por el mal camino y que estaban enfadados con la sociedad. No eran de interés para ningún empresario de la información, ni para los primeros creadores de contenidos. No generaban beneficios mediáticos.
A partir del desarrollo de Internet (creada para uso civil y comercial en 1991) y de las «páginas Web» (1992) , estos grupos comenzaron a organizarse y a usar el «ciberespacio» para publicitarse y ganar adeptos a sus causas. Algunos grupos destacaban, como por ejemplo grupos que se alineaban con el franquismo de los años 70, grupos que redescubrieron el falangismo tradicionalista, grupos religiosos que publicitaron una versión manipulada del tradicionalismo eclesial, así como los seguidores del «nacionalcatolicismo» redescubierto por los jóvenes y alimentado por los mayores. la ultraderecha, como el «ave fénix» recuperaba en las redes sociales (ya en el siglo XXI), un espacio perdido, en el caso de España, por las urnas en los años 70 del pasado siglo.
Con el tiempo el ciberespacio fue transformándose en una realidad alternativa virtual digital. Los costes en el multiverso digital de este nuevo siglo bajaron, lo que posibilitó que cualquier persona, desde cualquier lugar y en tiempo real podía propagar fácil y rápidamente la propaganda bizarra según su propia versión tematizada de la misma. La demanda creciente de contenidos bizarros, creó toda una industria de contenidos, cada vez mas sofisticada y menos controlable.
El problema ha saltado cuando la actividad mercantil de estos «Creadores de contenidos» políticos han afectado a procesos electorales en todos los países donde estaba asentada la democracia liberal y representativa o de tipo occidental.
El problema de la izquierda ha sido que ni los líderes progresistas ni sus votantes, han reaccionado ante el Tsunami del fenómeno «ultra» («Más allá«) basado en el negocio de la información en el multiverso digital con intencionalidad política. Han subestimado el impacto de esta nueva forma de hacer (o deshacer) la política en la opinión pública y en definitiva en los votantes, sobre todo en la mayoría indecisa, que lejos de racionalizar su voto y de plantearse el sentido de su voto, han sucumbido a los» grupos de presión» (véase Lobbies, con creadores de contenidos a sueldo) mediáticos y de las redes.
Hoy hay varios países gobernados o próximamente gobernados por eso que algunos llaman la «fachosfera«. partidos políticos que hacen antipolítica, que siembran el caos, que liquidan la democracia, que prefieren los privilegios de clase a los derechos, que niega legitimidad a la ONU, que niega legitimidad a todo aquel que no piensen como ellos. Volvemos gracias al populismo («Solo el pueblo salva al pueblo«) y a esta nueva forma de propaganda bizarra a un pasado que muchos creímos superado.
Hoy las guerras ya no se libran sólo en el terreno, hoy también se libran batallas en el «Relato«, en el «Contenido» de todo lo que circula por las redes, medios de comunicación y otras formas análogas de comunicación global. Unas guerras para las que los líderes progresistas no están bien equipados.
El triunfo de Le Pen, Orban, Putin, Meloni, Abascal, los polacos de Justicia y Libertad, el alemán de AFD y mas recientemente en otras latitudes como Milei y Trump, se debe en gran parte a la gran inversión de sus partidos políticos en la batalla del relato y en la creación de contenidos agresivos orientados hacia la desinformación, el bulo y las fakes. Mucho dinero se ha manejado en estas campañas electorales, mucho dinero invertido en mentir a la gente, mucho dinero invertido en crear una realidad alternativa a la real.
Los partidarios de la democracia, se están enfrentando al gran reto de frenar este Tsunami «ultra» (ultraconservador, neofascista y ultraliberal). Los convencionalismos ya no sirven, las recetas del siglo pasado, ya no convencen, las actitudes y comportamientos han de cambiar. Surge reforzar el estado de derecho, aumentar las penas por desinformación, y evitar a toda costa la toxicidad de los mensajes mediante información veraz y explicaciones pues hay mucha gente que carece de la formación adecuada para entender la información que recibe cada día en las redes.
Las estrategias han de ser redefinidas, han de tomarse en serio todas estas «amenazas» creadas por expertos en propaganda tóxica. Muchos plantean que quizás la mejor forma de luchar en la batalla del Relato, es reforzando la democracia en su base social, al tiempo que proceder a desmentidos y a desmontar las falacias que propagan estos abusones de colegio y sus muchas maldades. Urge a los progresistas a dar la batalla, también en el campo del relato y en la creación de contenidos sanos, reales, democráticos, veraces y confiables.
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